SOBRARBE JOVEN



jueves, 17 de marzo de 2011

Lizara nos envía este texto (creo que no lo ha escrito ella). Va a ser su colaboración para el programa de OIR-TE y merece la pena leerlo.

Sal con una chica que lee. Sal con una chica que gasta el dinero en libros en vez de en ropa. Que tiene problemas de espacio en el armario porque tiene demasiados libros. Sal con una chica que tiene una lista de los libros que se quiere leer, que tiene una tarjeta de biblioteca desde los doce años.
Encuentra a una chica que lee. Sabrás que lo hace porque siempre llevará un libro sin leer en el bolso. Es esa que mira con cariño entre las estanterías de la librería, esa que grita silenciosamente cuando encuentra el libro que quiere. ¿Ves a esa tía rara oliendo las hojas de un libro viejo en una librería de segunda mano? Esa es la lectora. Nunca pueden resistirse a oler las páginas, especialmente cuando están amarillas.
Es la chica que lee mientras espera en el café del final de la calle. Está perdida en el mundo que el autor ha creado. Siéntate. Quizás ella te eche un vistazo, ya que a la mayoría de las chicas que leen no les gusta ser interrumpidas. Pregúntale si le está gustando el libro.
Cómprale otra taza de café.
Déjale saber lo que piensas realmente de Murakami. Averigua que le pareció el primer capítulo de La Comunidad del Anillo. Comprende que si te dice que entendió el Ulises de James Joyce solo lo hace para sonar inteligente. Pregúntale si le encanta Alicia o si le encantaría ser Alicia.
Es fácil salir que una chica que lee. Regálale libros por su cumpleaños, por Navidad y por vuestros aniversarios. Dale el regalo de las palabras, en poesía o en canciones. Regálale a Neruda, a Pound, a Sexton, a Cummings. Deja que sepa que entiendes que las palabras son amor. Entiende que ella conoce la diferencia entre los libros y la realidad, pero por Dios, va a intentar hacer su vida un poco más parecida a su libro favorito.
Miéntele. Si entiende de trama, entenderá tu necesidad de mentir. Tras las palabras hay otras cosas: motivación, valor, matiz, diálogo. No será el fin del mundo.
Decepciónale. Porque una chica que lee sabe que tras el fracaso siempre llega el clímax. Porque sabe que todo llega a su fin. Y que siempre puedes escribir una secuela. Que puedes empezar otra vez, y otra vez y seguir siendo el héroe. Que la vida está hecha para tener un villano o dos.
¿Por qué estar preocupado de todo lo que no eres? Las chicas que leen entienden que la gente, como los personajes, se desarrollan. Excepto en la saga de Crepúsculo.
Si encuentras una chica que lee, no la dejes ir. Cuando la encuentres despierta a las dos de la madrugada, aferrando un libro contra su pecho y llorando, hazle una taza de té y abrázala. Puede que la pierdas un par de horas pero siempre regresará a ti. Te hablará como si los personajes de tu libro fueran reales, porque por poco tiempo, lo son.
Pídele matrimonio en un globo. O durante un concierto de rock. O muy informalmente la próxima vez que se ponga enferma.
Sonreirás tanto que te preguntarás porqué tu corazón todavía no se te ha desgarrado y desangrado en el pecho. Escribiréis la historia de vuestras vidas, tendréis niños con nombres extraños y gustos todavía más raros. Ella les presentará al Gato de Cheshire y a Aslan, quizá en el mismo día. Andaréis juntos los inviernos de vuestra madurez y ella recitará a Keats bajo su bufanda mientras tú te sacudes la nieve de las botas.
Sal con una chica que lea porque te lo mereces. Te mereces a una chica que te pueda dar la vida más colorida que puedas imaginar. Si tú solo puedes ofrecerle monotonía, horas rancias y proposiciones sin perfilar, entonces estás mejor solo. Si quieres el mundo y los mundos que hay detrás, sal con una chica que lee.
O mejor aún, sal con una chica que escribe.

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